VISITAS
"...Absurdo suponer que el paraíso
Es sólo la igualdad las buenas leyes
El sueño se hace a mano y sin permiso
Arando el porvenir con viejos bueyes..."
(Silvio Rodríguez)
"La solidaridad es la ternura de los pueblos"
(Gioconda Belli)
miércoles, 31 de marzo de 2021
Lo que el simplismo esconde
La realidad es que los verdaderos problemas de nuestro tiempo no se pueden
entender sin comprender que el totalitarismo se convirtió en la maldición del
siglo porque intentó resolverlos Perdonen que no me levante, reza el epitafio de
Groucho. Perdónenme a mí, a mis 56 años, que no me inmute ni por un actor
iletrado que se muda el vestuario ni por los malabarismos que pretenden
sorprenderme con el vacío ni por cualquiera de las estupideces con las que nos
entretienen para hacer como si todo siguiera igual, en un momento en el que ni
siquiera estoy segura de cuánto tardará en estallar el siglo hasta resultar
irreconocible. Espero que me pille ya en la orilla, arrumbada en la ribera, a
ser posible encallada al margen del sufrimiento. Difícil. El mundo ha alcanzado
un nivel de complejidad que se nos escapa y justo ahora nos lo pretenden ofrecer
en bandeja de la forma más simplista y absurda. No solo por malicia, o por
manipularnos, que también, sino porque es seguro que nuestros gobernantes
tampoco lo entienden, no son capaces, la frustración les trae a la orilla de lo
pequeño, de lo simple, de lo absurdo, de lo inservible. Es sangrante que nos
mantengan vivos mientras nos enchufan al sufrimiento de una mujer, o a los
ridículos movimientos para mantener el poder o para lograrlo de un ejército de
personas, sin poso previo y sin huella futura, que tampoco entienden en realidad
aquello a que nos enfrentamos. Iglesias, que aún conserva la capacidad de
frustrarse, nos lo ha llorado: llegas al Gobierno y no mandas. Es que llegas al
Gobierno, al de aquí o al de cualquier otro país, sobre todo europeo, y te
enfrentas a las preguntas reales: quién sabe, quién decide, quién decide quién
decide. La era está pariendo un corazón pero está helado y pertenece a un robot
o a una tecnológica. Mientras nos enfrentan con la nada —¡qué huero es
enfrentarse al vacío!— pasamos por alto lo medular. Un navío de un tamaño
inhumano —perfecto trasunto del tiempo que habitamos— ha encallado en el canal
de Suez, tras un fenómeno adverso que incluía una tormenta de arena inusual y
que ha llevado al monstruo a bloquear el paso entre las inmensas fábricas de
Asia y los impacientes consumidores europeos. Sucede este insólito fenómeno
mientras seguimos atrapados por la pandemia, que llegó de los remotos lugares de
los que expropiamos a las especies con las que nunca debimos rozarnos. Todo es
lo mismo y todo es cegado para evitar mirar hacia donde no se desea. Hay que
pedalear para mantenernos firmes en la fragilidad de este sistema artificial sin
el que ya sentimos que no hay vida. No hay vida sin consumir, sin viajar, sin
salir a los bares, sin tener dónde exhibir las ropas de baja calidad que lucimos
como señuelo y que viajan en esos contenedores que cabalgan barcos monstruosos
que ni siquiera lo parecen. Allí vienen, perfectamente estibados, las piezas de
la fabricación "justo a tiempo" (just in time) que ha acabado con los estocajes,
con la necesidad de mantener remanentes en los almacenes, con la de fabricar las
mínimas cosas. En esos contenedores —de los que hay una tremenda escasez ahora—
viajan las piezas de nuestros automóviles, los productos farmacéuticos, los
repuestos sanitarios y médicos, las mercancías del comercio minorista. Ya nos
dimos de bruces con ello en la primera ola de la pandemia, cuando no teníamos
nada: ni mascarillas, ni EPI, ni guantes, ni nada que pudiera ser traído "justo
a tiempo" para minimizar el capital retenido y maximizar los rendimientos de los
accionistas. El enorme navío tiene ya a la espera a más de cuatrocientos buques
similares, en ambos sentidos, y a muchos petroleros que deben traer el
suministro a Europa. Lo contamos como un chiste. Hacemos memes. En el mundo del
comercio global existen hasta 14 cruces de caminos que pueden provocar problemas
en caso de sufrir un fenómeno adverso. Ahora es el canal de Suez, pero
dependemos del canal de Panamá, de los estrechos de Malaca y de Gibraltar, de
los pasos del Bósforo y los Dardanelos, del estrecho de Ormuz o del de Bab el
Mandeb en Etiopía, de las vías del Misisipi o de las inmensas líneas de
ferrocarril rusas que desembocan en el Mar Negro. Cualquiera de ellos está
amenazado por el calentamiento global y sus consecuencias de cambio climático y
fenómenos adversos, por la obsolescencia tecnológica o por fenómenos de
inseguridad geopolítica. Aun así, lo único que se nos ocurre es intentar abrir
nuevas vías por el Ártico que pueden provocar mayores problemas en forma de
meteorología violenta. ¿Ustedes creen que tenemos tiempo de hablar de Cantó o de
Cantora, de Lozano, de no sé quién que se suma a una lista de unas elecciones
que no hacían puñetera falta? Comunismo o libertad, dicen los ignaros. Tienes
que descojonarte. "La presente crisis de libertad consiste en que estamos ante
una técnica de poder que no niega o somete la libertad, sino que la explota. Se
elimina la decisión libre en favor de la libre elección entre diferentes
ofertas", dice Byung-Chul Han. Comunismo o libertad es lo que se le ha ocurrido
a cambio a un tipo llamado Miguel Ángel Rodríguez. Luego tenemos a los cegados
de la izquierda, que siguen planteando las cosas como en tiempos que volaron en
la tormenta. Nos están expoliando los datos, las elecciones, la vida. No solo
nos autoexplotamos sino que entregamos voluntariamente la riqueza que les
permitirá dominarnos. En el Gobierno no mandas porque pronto mandarán los que
dicen ser nuestros proveedores: quién sabe, quién decide, quién decide quién
decide. No nosotros, no los que nos marcan la agenda, no los que aparentan que
nos gobiernan. Nos ha tumbado los servicios del SEPE una potencia extranjera y
no he oído ni la más mínima disquisición o debate sobre la gravedad del riesgo.
Guárdennos del capitalismo de la vigilancia: "La expropiación de derechos
humanos cruciales que perfectamente puede considerarse un golpe desde arriba: un
derrocamiento de la soberanía del pueblo", explica Zuboff. Somos felices
dejándonos expropiar el alma y el futuro mientras que nos entretienen
debatiéndonos entre un comunismo imposible y una libertad que ya no es sino un
remedo, la libertad de devenir un ladrillo más en el muro. Lo que el simplismo
esconde es el oscuro futuro al que nos dirigimos. Aparentemente cómodo y lleno
de artilugios brillantes que compraremos como los nativos americanos cogían las
baratijas de los conquistadores. Lo que el simplismo esconde es la incapacidad
no ya de nuestro país, sino incluso de toda la Unión Europea para entender,
sostener y mantener su lugar en el mundo, exhausta como está nuestra alma que
animó a la humanidad secularmente. Europa agoniza, no es capaz ni de vacunarnos,
y nosotros agonizamos con ella pero lo hacemos llenos de artefactos y colores.
En ese portacontenedores encallado en un canal, en la pandemia, hay más verdad
que en todo el discurso político de los últimos años. Así que no miren. Mejor
sigan entretenidos. La realidad compleja e imparable nos va a arrollar igual.
Gocen de la vida mientras todo se derrumba, salven las fiestas y los muebles y
los trastos, hagan como los venecianos durante la peste negra. El simplismo es
la bomba que nos estallará más pronto que tarde, pero hablemos de Cantó.
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